A propósito de Halloween

por Carmen Sánchez 

No me gusta Hallowen. No lo celebro porque soy cristiana, y los cristianos celebramos la vida, no la muerte; además amamos la luz y la belleza y Hallowen es todo lo contrario: es oscuro, tétrico, exalta la fealdad y la superstición... brujas, demonios, esqueletos y majaderías varias.

Considero absurdo importar y celebrar festejos totalmente ajenos a nuestra cultura que, por cierto, tiene tradiciones mucho más arraigadas y acordes con la fe católica. Hablo de las festividades de Todos los Santos y Fieles Difuntos. En la primera honramos a todos los santos, tanto a los canonizados como a los desconocidos que ya han alcanzado la santidad y están en presencia de Dios y en la segunda, recordamos y oramos por los familiares, amigos y hermanos de la comunidad que han dejado la vida terrenal y necesitan nuestras oraciones para llegar a gozar de la gloria de Dios.

No logro entender que familias e incluso colegios católicos, fomenten el dichoso Hallowen y, sin embargo, no quieren o no saben hablarle de la muerte a los niños, buscando eufemismos cuando la muerte cristiana es esperanza a la verdadera vida, que es la vida eterna.

Dejémonos de pantomimas y carnavaladas, pidamos al Señor que nos dé la gracia de estar preparados para afrontar la muerte con la esperanza de la salvación y el gozo de contemplar la gloria de Dios y la resurreción de los muertos. Jesucristo venció a la muerte en la Cruz.

“Vulgaridades, estupideces o frases de doble sentido; todo eso está fuera de lugar”(Efesios 5,4).