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Cuando no se vuelve a casa por Navidad
por Mariángeles Di Falco
Hace seis años tomé, junto con mi familia, una de las decisiones más difíciles y valientes de nuestra vida: dejar nuestro país, Argentina, para comenzar de nuevo en España. No fue una elección sencilla ni impulsiva, sino una decisión reflexionada profundamente, tomada desde el amor y la responsabilidad de nuestra familia.
Vinimos juntos Adrian, Santiago, Morita (nuestra perrita) y yo, buscando una mejor calidad de vida, mayores oportunidades y un futuro más justo para Santi.
La distancia, sin embargo, tiene un peso que nunca desaparece del todo. Estar lejos de mi país significa extrañar los afectos, las voces conocidas, los abrazos que no se reemplazan con llamadas, las reuniones familiares, las tradiciones y esa sensación tan propia que se tiene al sentirse en casa. Hay días en los que la nostalgia aparece sin aviso, y el corazón viaja miles de kilómetros en segundos, recordándome de dónde vengo y a quiénes extraño. Pero junto a esa melancolía también vive el orgullo por todo lo que hemos logrado. Pontevedra se convirtió en nuestro nuevo hogar, en el lugar donde hemos podido construir una vida más estable, con mejores recursos para la salud, la inclusión y el bienestar de nuestro hijo. Aquí hemos encontrado oportunidades, nuevas experiencias y una fortaleza que, quizás, no sabíamos que teníamos. Como familia hemos crecido, nos hemos unido aún más y hemos aprendido a valorar cada pequeño avance y cada logro cotidiano.
En este camino lejos de nuestra tierra, la Fe ha sido un sostén fundamental. Nos ha dado consuelo, esperanza y la certeza de no estar solos, incluso en los momentos más difíciles. La comunidad parroquial de Santa María nos abrió las puertas desde el primer día, regalándonos un espacio de contención, cercanía y fraternidad que alivió la distancia y nos hizo sentir parte de una gran familia.
Compartir la Navidad en esta comunidad parroquial siempre nos brinda momentos significativos. Aunque los afectos de nuestra tierra se extrañan profundamente, vivir este tiempo junto a hermanos en la fe nos recuerda el verdadero sentido de la Navidad: el encuentro, el amor, la solidaridad y la confianza en que Dios camina con nosotros, aún lejos de casa. En Santa María encontramos un hogar espiritual donde la ausencia se vuelve más llevadera y la esperanza se renueva.
Vivir lejos de Argentina no significa dejar de amarla, sino llevarla siempre dentro. El cariño de nuestros seres queridos se extraña, sí, y siempre se extrañará, pero también reconforta saber que la decisión tomada fue por amor, por fe y por un futuro mejor. Hoy mi vida se construye entre dos lugares: el país que me vio nacer y el país que me permitió crecer como familia. Y en ese equilibrio entre la nostalgia, la gratitud y la confianza en Dios, sigo adelante, con la certeza de que todo sacrificio tuvo y tiene un profundo sentido.
Que esta Navidad nos encuentre unidos en la fe, agradecidos por lo vivido y esperanzados en lo que vendrá. Que el Niño Jesús renueve nuestras fuerzas, abrace a quienes están lejos y llene de paz cada hogar, especialmente a quienes, como nosotros, celebran estas fechas corazón dividido entre dos tierras.
Con cariño, deseamos una Feliz Navidad y un Año Nuevo lleno de bendiciones, fe, amor y esperanza.
AVISOS SEMANALES
CANTAREMOS VILLANCICOS en la Basílica de Santa María los domingos 28 de diciembre y 4 de enero al terminar la misa de 12:30h. La idea es compartir un ratito juntos para disfrutar de la Navidad. No hace falta saber cantar, y pueden participar niños, jóvenes, adultos, mayores... ¡Estáis todos invitados!
Fiesta de la Purísima
El pasado domingo 7 de diciembre, víspera de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, nuestra parroquia recibió la visita de un gran grupo de nicaragüenses que ahora viven en diferentes localidades de Galicia. El objetivo de este encuentro fue compartir con nosotros la hermosa tradición de la Purísima, una de las festividades más emblemáticas de Nicaragua.
Tras la misa que compartimos a las 20:15, nos dirigimos al centro parroquial para disfrutar de un gran número de platos y postres típicos nicaragüenses. Tuvimos la oportunidad de probar el gallo pinto y el indio viejo, y también algunos postres como el gofio o la cajeta de leche, entre otros.
Además, se instaló un altar decorado en honor a la Virgen María, adornado con plantas y luces, y hubo baile y música tradicional. Cristel, una niña muy entusiasta y comprometida con la celebración, repartió casi 40 pulseras entre los asistentes que ella misma elaboró especialmente para ese día.
La jornada alcanzó su punto culminante con la tradicional Gritería, momento en el que los presentes honraron a la Virgen siguiendo la costumbre nicaragüense.
Damos las gracias a todas las personas que hicieron posible esta velada.




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