“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”(Isaías 29,13)
¿Por qué esta cita?
Hoy comparto con vosotros cómo descubrí que rezar el PADRENUESTRO no es lo mismo que orar con él.
Es la oración cristiana por antonomasia, la primera que los católicos aprendemos, y la tenemos tan
aprendida de memoria que, en vez de orar con ella, la recitamos de prisa y corriendo, sin pararnos demasiado a pensar en lo que de verdad decimos. A mí, al menos, me pasaba y por eso no sabía orar con ella.
Pero un jueves, en mi cita semanal con el Santísimo, no encontraba la manera de hablarle y, entonces, me dije: voy a rezar un Padrenuestro despacio, a ver si me concentro. Dicho y hecho. Pero, a medida que lo iba rezando, comenzé a pensar en lo que iba diciendo y comenzaron a surgirme preguntas:
¿Cómo santifico a Dios?
¿Qué hago para que Él reine en mi vida?
¿Hago todo lo posible para hacer su voluntad y no la mía?
¿Perdono como Él me perdona?
Desde ese día soy incapaz de rezarlo de “carrerilla”: lo hago despacio, meditándolo con los labios y con el corazón.
Diréis que es una oración comunitaria porque es en plural, pero también la podemos poner en singular. No olvidemos que fue el mismo Jesús quien nos enseñó esta oración y por tanto es también palabra de Dios.
Recordemos cómo en Getsemaní Jesús oraba al Padre con alguna de las frases de esta maravillosa plegaria, alcanzando la paz cuando dijo "hágase tu voluntad" y se abandonó a Él.
Os invito a rezar el Padrenuestro con calma, meditándolo, y de esta manera honraremos al Padre con los labios y con el corazón. Y si, como me pasó a mí, lo hacéis el jueves ante el Santísimo, Él os guiará y recompensará.
Carmen (C.O.V. Betania)