Estamos en pleno verano, algunos de vacaciones y otros trabajando, pero quizás con un ritmo menos intenso que durante el curso.
Trabajo en un colegio y con frecuencia algunos de mis tutorados al comienzo del nuevo curso, en septiembre, me comentan que se han olvidado de Dios durante las largas vacaciones de verano. Durante el curso rezan, asisten a Misa en ocasiones entre semana, no solo los domingos, se confiesan con cierta regularidad, participan en los planes de voluntariado con los más necesitados, etc, etc,…pero llega el verano y parece como si Dios se hubiese ido de vacaciones, pues esas prácticas de vida cristiana las abandonan durante este periodo. Y esto nos puede ocurrir también a los adultos si nos descuidamos.
Está claro que durante las vacaciones de verano estamos más relajados, pero eso no implica que abandonemos nuestra lucha. En primer lugar estar de vacaciones no significa “no hacer nada”. Debemos tener un horario flexible y ocupar el tiempo en actividades que requieren menos esfuerzo, pero que nos enriquecen y además agradan a Dios: La lectura, disfrutar de la naturaleza, cultivar un hobby, hacer deporte, salir con familias amigas, etc.
Hemos de pensar también que tenemos más tiempo para Dios. Con esto me refiero a que podemos hacer un rato de oración todos los días, si puede ser delante de un sagrario mejor, con más calma que durante el curso, donde el ritmo de vida nos come más de una vez. Podemos también plantearnos asistir a la Sta. Misa no solo el domingo, sino también entre semana, en la medida que nos sea posible. Y comulgar, si estamos en gracia. Y aprovechar para darle las gracias a Dios por tantas y tantas cosas que nos concede. También para pedirle por nuestros familiares y amigos, por todos los afectados de la pandemia, por todas las personas con las que nos relacionamos durante el día, por los que sufren, por las intenciones del Papa, por los triunfos de nuestros deportistas olímpicos, por tantas y tantas cosas…
A mí me gusta particularmente la playa y bañarme en el mar. En muchas ocasiones las playas están llenas de gente que disfrutan de un maravilloso día de Sol. Me pregunto cuántas de las miles de personas que han pasado unas horas en las bellas playas que tenemos en Galicia le dan gracias a Dios al recoger su sombrilla y demás bártulos por lo bien que lo han pasado. Todo se lo debemos a Él. Disfrutamos en el fondo de su maravillosa creación. Es una buena costumbre también rezar el Rosario en la playa pidiendo por los que ese día la comparten con nosotros.
Este año no habrá seguramente procesiones ni atracciones en las fiestas de la Peregrina, pero eso no es un obstáculo para que estemos esos días muy unidos a la Virgen. Ahí está nuestra fiesta.
Vivamos lo que queda de verano con mucha presencia del Señor y de su Madre. Ellos no se van de vacaciones. Nos esperan en cada momento.
Gabriel