"Ver cómo Dios toca el corazón de la gente es un privilegio"
Entrevista realizada por miembros del Club de Prensa
Edición: Ángela Jaureguizar, Juan José Abilleira y Santiago Daniel Ciarloni.
"Con adultos tienes que ser muy acogedor, y no juzgar"
"Para ser catequista hace falta realmente tener fe y cultivarla"
Yo no quería ser catequista. Ni de adultos, ni de niños. Tenía clarísimo que no tenía mucho sentido que lo fuese porque no me veía así. Hace un tiempo pasé por un momento personal muy delicado, parecido a uno que viví con 19 años, cuando me cabreé y me alejé de Dios, y decidí hablar con don Javier. Cuando llegué a su despacho, antes de que pudiese abrir la boca me espetó: ¿quieres ser catequista de adultos? Y recuerdo que lo que le dije fue, no, no quiero, pero acepto. En ese momento tuve claro que Dios me estaba echando una mano para que no volviese a temblar mi fe, y decidí agarrarme a esa mano.
Entonces podemos decir que lo tuyo ha sido una vocación verdadera, porque Dios te ha llamado de una manera especial.
Sí, supongo que como don Javier me conocía bien no me mandó con niños, porque yo no tengo feeling con ellos. Pero cuando me preguntó, tuve claro que la respuesta era sí. Soy muy afortunada, porque mi fe ahora es más bonita que la que tenía. Si me hubiese quedado con una fe pequeña, de ir a misa porque toca, aunque fuera por años y años, creo que me habría perdido mucho. En cambio ahora sé a quién tengo y sé de quién soy.
¿Y cuántos catequistas de adultos hay aquí en la parroquia de Santa María?
Hubo una época en la que estuvimos dos personas. Actualmente estoy solo yo.
¿Qué te aporta ser catequista?
Es un privilegio ver cómo Dios toca el corazón de la gente. Eso sí que es un regalazo que no me esperaba. Hay gente que viene con un planteamiento en su cabeza y ves cómo le va cambiando con cada sesión. Recuerdo una persona en concreto que empezó a llevar a su hijo a catequesis, y a raíz de eso quiso confirmarse y, después, decidió casarse con su mujer. La vida genera vida, y eso es precioso.
¿Qué consejo le darías a una persona que está pensando en ser catequista?
Creo que para ser catequista tienes que rezar mucho y no solo dar temario. No sé cómo es con niños, pero con adultos hay que ser muy acogedor y no juzgar. Los adultos vienen con una vida, vida que a veces ha tenido cosas muy complicadas, entonces hay que escuchar a la gente y hay que darle su espacio.
Además, es importante tener claro a quién pregonas. En catequesis no hablas de ti ni de lo que tú piensas, sino que pregonas al Señor, y para eso hace falta realmente tener fe y cultivarla.
¿Qué recursos usas en la catequesis con los adultos?
Lo que hago es basar todo en los sacramentos, y que aprendan diferentes formas de oración y a manejar la Biblia. La idea es que reciban formación pensada en que van a hacer la iniciación cristiana y a convertirse en cristianos adultos. Alguna vez les he puesto vídeos cortitos. Por ejemplo: cómo es una misa, cuáles son las distintas partes…Primero les explico todo de palabra, para que entiendan, y luego vemos un trozo del vídeo, para que se den cuenta del sentido que tienen las cosas. Me gusta que me interrumpan y que pregunten todas sus dudas.
Para que entiendan la importancia de la parte comunitaria, en ocasiones puntuales pido que alguien venga a hablar con nosotros. Una vez vino alguien de Cáritas a contarnos la labor que realizan, otra vez vino una persona de un grupo de oración. Incluso hemos invitado a una persona creyente casada con alguien que no lo es, para que así vean las diferentes realidades de la Iglesia.
¿Cuáles son las principales inquietudes de tus catecúmenos?
Pues varía según el caso. Hay gente que viene porque de repente ha descubierto a Dios y tiene mucha sed, muchas ganas de saber. Vienen muy emocionados, y claro, también necesitan tener conocimientos y tener base para aprender.
Y luego hay gente que viene muy rebotada, pero necesitan confirmarse porque quieren ser padrino o madrina de un niño. En estos casos, suele suceder que, en un momento dado, se desahogan. Cuentan que han tenido una mala experiencia en el trato con un sacerdote, o que los cristianos no somos coherentes, o simplemente que su fe era una fe aprendida, pero vacía. Yo siempre les digo lo mismo: la forma en la que te encuentras a Dios es personal y única, y es la que tiene que ser, y la forma en que lo encontré yo no tiene nada que ver con la forma en la que lo han encontrado otros. Esta idea se la repito muchas veces a todos.
Al principio cuesta romper el hielo, claro, y se nota mucho cuando habla uno del grupo y el resto no dice nada. Es sorprendente cuando, de repente, hay un momento que cambian y ves que empiezan a preguntar y a interesarse por las cosas, especialmente por las cuestiones de moral. A veces simplemente les explico lo que dice la Iglesia sobre un tema y, lo más importante, por qué motivo, y acaban viendo todo de forma distinta.
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Entonces, en todo este proceso, ¿qué papel juega la comunidad parroquial?
Estamos en una sociedad muy individualista, y reconozco que a mí misma me costó mucho entender la idea de comunidad. Yo siempre digo que me encontré con Dios, y para mí era un café para dos. Siempre lo definí así. Éramos él y yo, y no entendía mucho que necesitase a los que estaban alrededor. No me estorbaban, pero tampoco entendía muy bien qué sentido tenía. Pero a medida que pasaba el tiempo me di cuenta que tener un grupo con el que puedes compartir tu relación con Dios es importante, y que incluso se necesita.
En catequesis intentamos una vez al mes ir a una oración a la que va gente joven, profesionales, etc, y les llama mucho la atención porque no están acostumbrados a compartir la fe.
¿Y cómo podemos los laicos comprometernos con la formación de otros adultos?
Llegó un punto en mi vida que dejaron de darme vergüenza ciertas cosas. Pasé de decir cosas como “bueno, me tengo que ir” a decir “bueno, me voy porque tengo que ir a misa”. Hay gente que te mira con respeto y luego ves que hay gente que te pregunta: “¿Vas a misa un jueves? Pero si no es domingo, no toca”. Esto te da la oportunidad de hablarle a esas personas de Dios. Creo que los gestos son muy importantes, y los catecúmenos le dan mucho valor a entender todo lo que están haciendo. Cuando los llevo a hacer un recorrido por la Basílica, para que vean las distintas partes, no entienden por qué hay una luz cerca de un sagrario, qué sentido tienen las imágenes, por qué un día hay flores y otro día no, por qué la gente se sienta o se levanta, o hace una especie de cruz…
Lo que veo es que la gente necesita aprender para tener una base, pero lo que van a recordar son esos gestos.
¿Y cómo ves el futuro de la catequesis?
El futuro de la Iglesia y de la catequesis no lo veo mal, porque creo que no se reduce a una cuestión de números. Una de las cosas que siempre recalco en catequesis es que lo más difícil de un cristiano es ser coherente. En la Iglesia no estamos los buenos, estamos los que sabemos que somos pecadores y necesitamos a Dios. Creo que Dios siempre se va a cruzar en la vida de la gente, pero a cada uno en su momento y cuando lo necesite.