Para nosotros se trata ya del Beato Daniel, desde que el 28 de octubre de 2007, fue beatificado por el Papa Benedicto XVI junto a otros 497 mártires del siglo XX en España. Daniel Mora fue el menor de siete hermanos. Nació a las siete de la tarde del día 17 de febrero de 1908 en Pontevedra, en el domicilio familiar, ubicado en la Rúa Nova de Arriba, cuando las casas de su entorno eran todavía de planta baja. Hoy, el solar de la casa natal del futuro beato pontevedrés –la penúltima vivienda antes de llegar a Paseo de Colón- ha sido edificado modernamente, sin que nada se conserve ya de las piedras que antaño fueron hogar para sus padres, Robustiano Mora y Rosalía Nine.
A las tres semanas de nacer, Daniel fue bautizado en la Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor de Pontevedra –hoy Real Basílica- el 8 de marzo de aquel mismo año, por José Salgueiro, cura-ecónomo de esta parroquia. Años más tarde, ya en 1915, fue confirmado. Al respecto de su infancia, cuentan los que le conocieron que fue un niño enfermizo, nacido en el seno de una familia muy ligada a las actividades parroquiales, y que cursó los estudios primarios en el Colegio Balmes de nuestra ciudad.
A los 16 años, Daniel Mora pasó a integrar la banda del Regimiento de Zaragoza, con guarnición en Compostela. Aconsejado por el capellán, preparó su alma para Dios. Tras dos años de noviciado, el primero en Medina del Campo y el segundo en Segovia, profesó en 1933 en el mismo convento segoviano donde todavía hoy yace San Juan de la Cruz.
Antes de marchar para el convento de Toledo, comunidad donde ostentaría los cargos de portero y sacristán, dejó por escrito una hermosa despedida a su “padre muy amado”, San Juan de la Cruz. Será en Toledo donde le sorprenda la Guerra Civil, si bien meses antes de que estallase la triste contienda, su madre, Rosalía Nine, remitió al joven carmelita una carta aconsejándole regresar a Pontevedra, donde hallara refugio, dado que ya en esos días se preveían tiempos de dolor y sangre. Fray Daniel contestó a esta carta con cariño de hijo y firmeza de creyente: “La suerte que puedan correr mis superiores y hermanos, quiero sea la mía también. Mientras Vd., como madre, rece y pida mucho al Señor y a la Santísima Virgen del Carmen para que nos proteja a todos”.
El 31 de julio de 1936, a los 28 años, una ráfaga de proyectiles acabó con la vida de Fray Daniel y la de otros seis miembros de la comunidad toledana. Ahora, cada 6 de noviembre celebramos su fiesta, en las misas de la Real Basílica, junto con la de todas las demás personas que han fallecido mártires en España a causa de la persecución contra la Iglesia en tiempos de la Segunda República y la Guerra Civil. Además, las misas por el Beato Daniel se ofrecen también por las intenciones de todos los socios-benefactores de la Parroquia.
A las tres semanas de nacer, Daniel fue bautizado en la Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor de Pontevedra –hoy Real Basílica- el 8 de marzo de aquel mismo año, por José Salgueiro, cura-ecónomo de esta parroquia. Años más tarde, ya en 1915, fue confirmado. Al respecto de su infancia, cuentan los que le conocieron que fue un niño enfermizo, nacido en el seno de una familia muy ligada a las actividades parroquiales, y que cursó los estudios primarios en el Colegio Balmes de nuestra ciudad.
A los 16 años, Daniel Mora pasó a integrar la banda del Regimiento de Zaragoza, con guarnición en Compostela. Aconsejado por el capellán, preparó su alma para Dios. Tras dos años de noviciado, el primero en Medina del Campo y el segundo en Segovia, profesó en 1933 en el mismo convento segoviano donde todavía hoy yace San Juan de la Cruz.
Antes de marchar para el convento de Toledo, comunidad donde ostentaría los cargos de portero y sacristán, dejó por escrito una hermosa despedida a su “padre muy amado”, San Juan de la Cruz. Será en Toledo donde le sorprenda la Guerra Civil, si bien meses antes de que estallase la triste contienda, su madre, Rosalía Nine, remitió al joven carmelita una carta aconsejándole regresar a Pontevedra, donde hallara refugio, dado que ya en esos días se preveían tiempos de dolor y sangre. Fray Daniel contestó a esta carta con cariño de hijo y firmeza de creyente: “La suerte que puedan correr mis superiores y hermanos, quiero sea la mía también. Mientras Vd., como madre, rece y pida mucho al Señor y a la Santísima Virgen del Carmen para que nos proteja a todos”.
El 31 de julio de 1936, a los 28 años, una ráfaga de proyectiles acabó con la vida de Fray Daniel y la de otros seis miembros de la comunidad toledana. Ahora, cada 6 de noviembre celebramos su fiesta, en las misas de la Real Basílica, junto con la de todas las demás personas que han fallecido mártires en España a causa de la persecución contra la Iglesia en tiempos de la Segunda República y la Guerra Civil. Además, las misas por el Beato Daniel se ofrecen también por las intenciones de todos los socios-benefactores de la Parroquia.